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En estas Letras grandes, no vamos a descubrir las respuestas amables que nos gustaría encontrar. Este es más bien un libro lleno de preguntas incómodas, que el poeta se hace y nos plantea, tal vez para intuir su propia luz, su propia oscuridad; una invitación cómplice para agrandar las palabras que nos unen. El poeta se rinde a la evidencia, a la terrible verdad de cuanto se le antoja irremediable y, es justo ahí, donde estamos todos, todas: víctimas y verdugos de una misma historia que vamos heredando, agradeciendo y maldiciendo, mientras estamos vivos. Constantemente y, sobre todo en la primera parte, el hombre necesita creer, salvarse, tal vez de sí mismo. Pero esa luz se apaga con frecuencia, tal vez porque nunca pudo encenderse del todo, porque en una sociedad como la nuestra, cuesta salir ileso de la vida. El poeta nos lleva entonces a una segunda parte de este libro, terriblemente bello, en la que nos deja desnudos, frente a una realidad desoladora, a la que se enfrenta con una cierta dosis de ironía.