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Con más de cien millones de libros vendidos a lo largo del mundo, el clásico de Kahlil Gibrán entrega mensajes integradores y profundos que se asientan sobre una espiritualidad superadora de las religiones. Uno de los textos más celebrados en el difícil camino de conjugar la literatura con la espiritualidad. Cuando fue publicado por primera vez, en 1923, el pequeño libro que Kahlil Gibrán tituló "El profeta" no tardó en recibir elogios de la crítica e interés por parte de los lectores. Simples, integradores y profundos, sus mensajes se encuentran asentados sobre una espiritualidad superadora de las religiones y, principalmente, en constante búsqueda de las coincidencias entre los credos. El amor al prójimo, la pertenencia de cada individualidad a un Todo unificador, el respeto por todos los seres de la creación, la libertad y la certeza de que la vida es un camino de aprendizaje que concluye una vez que el ser humano retorna a esa Totalidad, son parte de la filosofía que este profeta descubre ante los ojos de los ciudadanos de Orfalese y, por extensión, ante los lectores del mundo. "El profeta" es, sin