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El 8 de diciembre de 1812 las tropas británicas llegan por primera vez a Adrados. Allí, de nuevo, Richard Sharpe tendrá que vérselas con uno de sus más peligrosos enemigos, Obadiah Hakeswill, y a una partida de desertores que mantienen como rehenes a un grupo de mujeres francesas e inglesas en un desfiladero aparentemente inexpugnable. Al otro lado del paso se encuentra el gran ejército de Napoleón, tratando de atravesarlo para aplastar al ejercito británico que se halla en la frontera con Portugal y, atacado por ambos frentes, bajo un frío infernal y en inferioridad numérica, se encuentra el comandante Richard Sharpe, quien deberá retener esa plaza o morir en el intento.