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El crítico de cine Juan Piqueras, figura clave en la introducción de la cultura cinematográfica de vanguardia en España, se despidió de su pareja Ketty González en un andén de la estación de Orsay, en París, a mediados de julio de 1936. Iba cargado con una maleta repleta de libros y ejemplares de su revista Nuestro Cinema, en donde publicaron Sergei Eisenstein, Vsevolod Pudovkin, Béla Balázs, Joris Ivens y René Clair, entre muchos otros. Ella volvió a su casa de la Rue Broca con el presentimiento de que le acababa de decir adiós al presente luminoso que tanto les había costado construir. Nunca más se volverían a ver. Juan fue fusilado en fecha y lugar exacto desconocidos poco después del Golpe de Estado nacional, a pesar de los intentos de su amigo Luis Buñuel por rescatarle. El periódico L'Humanité publicó un obituario en donde se le recordaba junto a Federico García Lorca. Tenía 32 años.Ketty inició un periplo vital que la llevaría a viajar a España en plena Guerra Civil en busca de respuestas, sufrir la represión franquista una vez acabado el conflicto, salir del país para volver a una Francia inmersa en la Segunda Guerra Mundial y, con los nazis a las puertas de Burdeos, iniciar un exilio que la llevaría a Venezuela. Allí, una década después, pudo al fin mirar tranquila por la ventana una noche y escribir su relato de los años imposibles. El nombre de Juan Piqueras cayó en el silencio impuesto por la dictadura, fue recuperado con la llegada de la democracia por la Filmoteca de Valencia, y borrado de nuevo tras una polémica decisión tomada poco después de aprobarse la Ley de Memoria Histórica en 2007.Los años imposibles parte de este doble olvido para explorar cómo determinadas memorias son capaces de estorbar en el presente. Plantea una mirada crítica al pasado por parte de una generación que, a pesar de haber nacido en democracia, todavía siente la necesidad de interrogar el relato histórico para imaginar un futuro diferente. Porque poner nombre y caras a los que sufrieron las funestas consecuencias de la Guerra y la Dictadura es movilizar el imperativo de la memoria hoy, para que el pasado que apenas fue presente durante años nos despierte súbitamente del plácido sueño en el que nos envuelve el olvido.